miércoles, 30 de octubre de 2013

Mi tierra blanca


Te mido hasta el último centímetro,
hasta tus talones de plata,
que brillan en mis ojos,
sensuales, amables,
como terciopelo eterno.
Lo calculé y todo:
son cien mil, cien mil centímetros.
Cada pulgada, cada kilómetro.
Los mido obsesivamente con los dedos.
Circunvalo tus rodillas tersas,
doblo por entre tus pechos,
por tus labios, por tus hombros,
y me topo con la esfera
volcánica de tu deseo.
Me trepo y sigo midiendo:
son mil lunares, tres mil grietas,
cinco acres de piel blanca,
dos toneladas de efervescencia.
Sí, hasta lo he anotado.
Desde tus pómulos puedo ver mi era,
la siembra de estaño y trapo,
la simiente áurea que brota a manadas sobre tu boca
y se derrama hasta tu vientre
abierto y anhelante.
Recorro tu espalda bendita
y me inclino ante La Meca,
el suelo sagrado de tu mezquita.
Saco leche y miel
y anclo mis banderas,
y las extiendo como alas
hasta tus talones de plata
que brillan otra vez en mis ojos.
Compré cada rincón,
cada marca, cada comisura,
mil esquinas, dos soles.
Y ahora te tengo,
te tengo como mía,
como si te tuviera toda,
toda mía.
Tengo tanto que estoy perdido
y tanto miedo tengo
que si algún día te perdiera
perdería mis dedos
por haberte tenido
y no haberte tenido.


©Pequod

No hay comentarios:

Publicar un comentario