miércoles, 30 de octubre de 2013

Anticredo


No creo en los hombres todopoderosos, pero tampoco en que nada lo pueden.

No creo en el dios de madera, sino en el carpintero.

No creo en el fasto ni en el dominio propio, sino en el que llora y en el que siembra.

No creo en las más recientes investigaciones, sino en el viento del este.

No creo en el escéptico, sino en el que no sabe a ciencia cierta.

No creo en el progreso ni en el PIB, porque no hay pruebas de que existan.

No creo en los Nostradamus que alertan. Creo en los que corren en auxilio.

No creo en el crítico, sino en el que crea.

No creo en el libro de texto, pero sí en las preguntas.

No creo en los fariseos que se purifican las manos, sino en los Tomases que creen con ellas.

No creo en los padres, sino en los reyes magos de los niños.

No creo en el pavo inductivista, excepto en la víspera de Navidad.

No creo en los dioses de pergamino, de puño y letra, sino en los de túnica sin costura.

No creo que me pidas los ojos, la razón, la diablura,
sino la semilla de mostaza,
el pábilo que humea en mis dudas.

©Pequod

Mi tierra blanca


Te mido hasta el último centímetro,
hasta tus talones de plata,
que brillan en mis ojos,
sensuales, amables,
como terciopelo eterno.
Lo calculé y todo:
son cien mil, cien mil centímetros.
Cada pulgada, cada kilómetro.
Los mido obsesivamente con los dedos.
Circunvalo tus rodillas tersas,
doblo por entre tus pechos,
por tus labios, por tus hombros,
y me topo con la esfera
volcánica de tu deseo.
Me trepo y sigo midiendo:
son mil lunares, tres mil grietas,
cinco acres de piel blanca,
dos toneladas de efervescencia.
Sí, hasta lo he anotado.
Desde tus pómulos puedo ver mi era,
la siembra de estaño y trapo,
la simiente áurea que brota a manadas sobre tu boca
y se derrama hasta tu vientre
abierto y anhelante.
Recorro tu espalda bendita
y me inclino ante La Meca,
el suelo sagrado de tu mezquita.
Saco leche y miel
y anclo mis banderas,
y las extiendo como alas
hasta tus talones de plata
que brillan otra vez en mis ojos.
Compré cada rincón,
cada marca, cada comisura,
mil esquinas, dos soles.
Y ahora te tengo,
te tengo como mía,
como si te tuviera toda,
toda mía.
Tengo tanto que estoy perdido
y tanto miedo tengo
que si algún día te perdiera
perdería mis dedos
por haberte tenido
y no haberte tenido.


©Pequod

domingo, 13 de octubre de 2013

Medusa Revisited



En esta ciudad
a los días tales de tantos
del año y pico
comparece ante el juez
Perseo
hijo de Zeus
en claro estado
petrificado
y con vergüenza
expresa
que tiempo atrás
faltó a la verdad
y mintió al fisco
al haber señalado
en declaración jurada
con sello oficial
que decapitó a Medusa
la hermosa gorgona
la de las claras mejillas
y que se granjeó fama
urbi et orbi
con tal simulada hazaña
cuando en realidad
fue miserable víctima
de su lesiva mirada
de sus cabellos
serpientes
que sin previo aviso
le trabaron por el cuello
como un cepo
y con la seducción
de la arena movediza
le arrastraban
cuanto más fuerza
hiciera por zafarse
declara que esas serpientes
aún le tienen confinado
y que ya no intenta escapar
además
claro
de estar petrificado

©Pequod